Este viernes, Puerto Rico se convirtió en el paraíso turístico más codiciado del verano. El pasado 11 de julio comenzó en el Coliseo de Puerto Rico José Miguel Agrelot la residencia más ambiciosa en la historia musical de la isla: “No me quiero ir de aquí”, una serie de 30 conciertos de Bad Bunny que se extenderán hasta septiembre para celebrar su álbum más reciente, “DeBÍ TiRAR MáS FOToS”.
Durante las primeras tres semanas, las funciones fueron exclusivas para residentes en la isla, con boletos vendidos presencialmente y verificación de identidad local. A partir de este sábado, comienzan las funciones para el público internacional. Fans que viven fuera de Puerto Rico ya pueden asistir a los conciertos del resto de la residencia, una oportunidad por la que miles han esperado con ansiedad.
Para algunos, es un simple concierto. Para otros, es una travesía emocional. Irene Hidalgo, por ejemplo, viajó desde Austin, Texas, junto a su hijo.
“Estamos súper contentos porque lo vimos el año pasado en Austin y siempre hemos querido visitar Puerto Rico”, cuenta. “Cuando fue la oportunidad de conseguir boletos, mi hijo y yo nos metimos los dos. Fuimos los únicos que recibimos códigos”. En medio del trabajo y la escuela, navegaron sistemas de venta complicados, sin saber si tendrían buenos asientos ni dónde estaría el escenario.
1 / 21 | FOTOS: Los artistas que acompañaron a Bad Bunny en el tercer fin de semana de su residencia musical. Gilberto Santa Rosa se destacó como uno de los talentos invitados en la séptima función de la residencia “No me quiero ir de aquí”. – Cheery Viruet
No vinieron solo por la música. Vinieron también por lo que sabían que encontrarían en la isla. “Mucha gente nos ha dicho que es como una mirada de cómo es la gente de Puerto Rico: súper amigable, cariñosa, libre. La gente es súper amable. Nos sentimos como en casa. Todo nos ha gustado: la comida, la vibra, todo”.
Desde Nueva York, Ángel Fuentes y su familia también llegaron, aunque tomando un riesgo monumental: no tienen taquillas. Mientras hacía la fila para tratar de conseguir boletos, Fuentes explicó lo que los motivó a lanzarse a esta alocada aventura.
“Queríamos verlo, pero no conseguimos boletos, estamos aquí a ver qué podemos conseguir”, dijo, lleno de esperanza ante una fila interminable. “La misión es esto. Si no, a lo mejor nos levantamos más temprano mañana para hacer un mejor espacio en la fila”.
Hijo de padres mexicanos, Fuentes explicó que solo quiere poder tener la oportunidad de disfrutar en esta experiencia única. Recuerda que desde los 12 años ya escuchaba a Bad Bunny. Siempre le cautivó el peculiar y distintivo estilo del artista. Ahora, a sus 20 años, ha venido por primera vez a Puerto Rico solo para esto. Aunque han logrado colar una que otra experiencia adicional en el proceso.
“Está bonito. Hace mucho calor, pero está bonito. Me encanta tanto. Queremos regresar. Cuando nos vayamos, vamos a estar tristes. La comida aquí es increíble, está muy rica. Un poco cara, pero sí vale la pena”, dijo, riendo.
Desde Lima, Perú, Ariana Wong y Marina Valdés hicieron ajustes a todo su itinerario cuando se enteraron de la residencia.
“Ya teníamos planificado venir… pero justo Benito publicó las fechas y cambiamos todo, lo vimos como una señal del destino”, explicó Valdés. “Yo no he visto ni un TikTok porque no quería ‘spoilers’”, continuó la joven peruana, con una gran sonrisa.
Ambas ya tienen entradas para verlo en Lima el próximo año, pero la experiencia en Puerto Rico representa algo especial. “Nos parece que vivir esto en su país, con gente tan linda, va a ser un sueño para nosotras”, sostuvo Wong. Lo que las atrajo, además de la música, fue el concepto mismo del álbum. “Como habla tanto de Puerto Rico, fue como: esto lo tenemos que vivir acá. Cuenta la historia del país y de la isla”, explicó.
En los pocos días de estadía que llevan, han quedado prendadas. “Llegamos el lunes y hemos tratado de recorrer lo más que podemos. De todas maneras vamos a volver”, dijo Marina, quien confesó que, dada la oportunidad, se mudaría Puerto Rico sin pensarlo. “Yo ya me mudo. Si pudiera, me mudo mañana”, aunque ambas sí resaltaron, entre risas, la intensidad del calor isleño.
Aunque sus historias personales son distintas, Irene, Ángel, Ariana y Marina coinciden en que este viaje no se trata solo de turismo. Buscan una conexión especial. Muchos de los que han llegado aquí desde distintas partes del mundo no vienen únicamente a ver a Bad Bunny, sino a aprender de la cultura del país y a explorar un territorio del que quedaron enamorados a través de canciones.
Y es que Bad Bunny ha hecho de esta residencia algo más que una serie de conciertos. Cada noche, el “Choliseo” se transforma en un pequeño pedazo de Puerto Rico, con visuales de flamboyanes, la vida del campo, sonar de tambores. En escena hay espacio tanto para el perreo como para mandar mensajes claros en contra del colonialismo, la gentrificación, los desalojos y la pérdida de la historia puertorriqueña. Todo esto se entremezcla en una experiencia que hasta la semana pasada solo puertorriqueños habían podido disfrutar, y que ahora se abre al mundo, con cada persona esperando llevarse un pedazo de Puerto Rico en el corazón.
Según cifras publicadas por The Washington Post, más de 400,000 boletos fueron vendidos en menos de cuatro horas, incluyendo alrededor de 81,000 paquetes turísticos que integraban entrada, hotel y experiencia en la isla.
1 / 38 | FOTOS: Así se vivieron los conciertos de Bad Bunny este pasado fin de semana. El exboxeador Tito Trinidad se suma a la lista de visitantes famosos que disfrutan el espectáculo desde la casita rosada en el interior del Coliseo de Puerto Rico.
FOTO POR: tonito.zayas@gfrmedia.com
Ramon ” Tonito ” Zayas / GFR Media – Ramon “Tonito” Zayas
El impacto económico estimado supera los $200 millones, cifra que se calcula como un impulso directo e indirecto al turismo, la hostelería, la gastronomía y el transporte local.
Este sábado, cuando se abran las puertas para los fans internacionales, también se abre una etapa distinta de la residencia. Una en la que, por fin, la diáspora y los fans de afuera pueden vivir lo que en julio fue reservado para los de aquí.
“No me quiero ir de aquí” no es solo una serie de conciertos, es lo que muchos sienten cuando pisan la isla por primera vez. Es lo que muchos boricuas ausentes piensan cuando se ven obligados a montarse en un avión para buscar mejores oportunidades. Es una frase que resuena, no solo en el Choli, también en las voces de quienes, entre comida criolla, calor y reguetón, se sienten, al menos por un rato, parte de algo más grande. Parte de algo que no quieren dejar atrás.